La Nación La pituca lengua del arrabal
16/06/2025
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Una situación singular en una vereda del barrio sirvió como muestra de lo presente que está el lunfardo en nuestro lenguaje cotidiano
El tipo es un personaje de Boedo. Al menos de la zona más próxima a mi domicilio. Anda siempre por ahÃ, haciendo puerta y desconozco de qué trabaja. Debe tener poco más de 30 años. Es grandote, fortachón, tiene cara de malo y lo caracteriza un llamativo rasgo: siempre está en cueros, aunque la sensación térmica en el barrio no pase los cinco grados. Habitualmente, nos ignoramos de manera recÃproca, pero una mañana no muy distante, cuando salà de casa, lo encontré en mi vereda, mirando hacia las baldosas y al cordón con gesto preocupado. Frente a él habÃa una muchacha de su misma edad, también con la mirada inclinada hacia el suelo, sumida en la angustia de quien busca con desesperanza un bien que parece perdido para siempre.“La cosa debe ser seriaâ€, pensé, al ver que el muchacho por primera vez llevaba puesta una remera. Como no podÃa no darme cuenta de que algo estaba afectando a esa pareja, les pregunté: “¿Chicos, se les perdió algo?â€. “Un anillo que yo le regaléâ€, contestó el varón. A continuación, ella añadió: “Anoche discutimos acá, me lo saqué enojada y lo tiré al pisoâ€. Quedé asombrado por la sinceridad de la joven, que, sin dejar de repasar la vereda con la mirada, me habÃa contado un episodio Ãntimo –y disruptivo- de su relación. Pero todavÃa faltaba una confesión. La chica levantó la vista, me miró, dibujó una sonrisa culposa y tiró una sentencia como para justificar su intempestivo accionar de la noche anterior: “Estábamos full escabioâ€.
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